lunes, 21 de enero de 2013

Eva Sevillana



Hacía mucho tiempo que una mujer no me hacía sentir así.

No sabía que tal saldría la cosa pero no me di tiempo a pensarlo y me fui a Sevilla a conocerla.

La primera impresión, fantástica. Una chica encantadora (ya habíamos hablado por teléfono o nos habíamos escrito a través de email), simpátiquísima y con 2 dedos de frente. Sabe lo que quiere.

Nos fuimos a desayunar y nos conocimos un poco más.

Su apartamento, acogedor. Un cigarrito para romper el hielo y en pocos instantes disfruté de una mujer muy, muy hermosa. Hecha para el pecado.
No sabía que tal me comportaría pero fue lo máximo. Con ella, siempre deseas más.

Pasadas unas horas, nos fuimos a comer algo para reponer fuerzas. Nos seguiimos poniendo al día hasta que, tras el café de rigor, nos marchamos de nuevo a su apartamento para descansar antes de mi partida.
Bueno, eso es lo que pensaba yo.

Me dijo que si no disfrutábamos de nuevo y aunque no sabía si podría, no lo dudé ni un instante. De nuevo pude disfrutar de todos sus encantos. Hizo conmigo lo que quiso y yo, tan feliz.

Hasta que llegó la hora de marcharme. Estuve todo el fin de semana destrozado pero es que uno tiene ya una edad.

Eso sí. Sarna con gusto no pica. O eso dicen.